¿Te suena la letra de esta canción de jugar a las palmas?
Don Federico mató a su mujer,
La hizo picadillo y la puso a la sartén
La gente que pasaba, olía que apestaba
Era la mujer de Don Federico
Si has estado en un patio de colegio durante los noventa, segurísimo que sí. Junto a Miliquituli, esta era una de las canciones que más sonaba durante la hora del recreo. Que más sonaba como juego de niñas, por supuesto. Se formaban corrillos enormes para jugar a las palmas y, según el día o según las modas, se escogía una canción al azar. Recuerdo haberla escuchado desde muy pequeña, desde los seis años, aproximadamente. No sabría decir con exactitud cuándo aprendí la letra, lo que sé seguro es que nunca la he olvidado.
Al principio, imaginaba los hechos de manera difusa, como si fuera un juego en el que Don Federico y su mujer, de la que ni siquiera conocíamos el nombre, jugaban a picar carne en su cocina. Me los imaginaba haciendo croquetas y poniéndolas en bandejas de porexpan blanco, como las que traía mi madre de la pollería, para luego congelarlas y que les duraran meses.
Tardé algunos años en comprender que la carne que había en la sartén era de una persona humana. Y que no era un monstruo el que se la iba a comer, sino que era su propio marido el que la había matado, picado y echado a la sartén. Digamos que para mí, y estoy segura de que para muchas otras, esta fue una de las primeras veces en que empecé a tener consciencia de que algo no iba bien para las mujeres.
La canción de Don Federico ha llegado hasta nuestros días. Una de mis primas, nacida en los 2000, también lo cantaba de más pequeña y ahora comenta conmigo lo machista que es la letra. Sin embargo, hay mucha gente, incluida en mi entorno más próximo (y seguro que en el de mucha gente) que está convencida de que este tipo de cosas no tienen nada que ver con el machismo imperante en nuestra sociedad. Que no hay ningún tipo de conexión entre aprender e interiorizar una letra tan violenta contra las mujeres y la violencia de género. Por supuesto, sería impensable decir que esta canción (mal llamada “infantil”) es la causante de todo el machismo con el que las mujeres convivimos diariamente. Pero sí es un denominador más en la suma de todas aquellas pequeñas cosas como creencias, tabúes, películas, normas de comportamiento, formas de vestir, etc., que van calando en la mente tanto de niños como de niñas sobre el lugar que ocupan en la sociedad.
En concreto, esta canción es especialmente relevante porque habla de un asesinato de una mujer a manos de su marido. Tal cual, sin eufemismos ni rodeos. Don Federico mató a su mujer y luego la cocinó en la sartén. Nada de sutilezas como “el rosa es de niñas y el azul, de niños”. Aún me sorprende que una letra tan cruenta haya llegado a la actualidad.
Pero, la canción depara aún otra sorpresa al final, después de rimas y bodas entre personajes dispares. ¿Recuerdas esta estrofa?
La mala bruja perdió a su gatito
Para casarse con Don Federico,
Don Federico le dijo que no
Y la mala bruja se desmayó
La mala bruja, ¿en serio? Y qué era entonces Don Federico, ¿un santo? Es decir, una mujer que se dedica a la brujería es de por sí “mala”, en cambio, un hombre que ha matado a su mujer, no lleva consigo ningún adjetivo peyorativo. Las brujas (mujeres, por supuesto, no magos hombres) son de por sí malas, pero un asesino que fríe a su mujer no recibe crítica alguna. Una buena manera de normalizar la violencia de género. Sin contar el estereotipo de que todas las mujeres desean casarse como objetivo principal en su vida. ¿A nadie le sorprende que la bruja se desmayara ante el rechazo de Don Federico? Más que una bruja parece la típica doncella en apuros, siendo maga bien podría haberle lanzado un hechizo o hacer que lo partiera un rayo.
Al día siguiente
Don Federico le dijo que sí
Y la mala bruja le dijo ¡por aquí!
Por fin, en las últimas tres frases de la canción, llega un poco de dignidad para las mujeres gracias a que la “mala” bruja dejando plantado a Don Ferderico. Demasiado tarde, demasiado poco. Lo que está claro es que hay que dejar de tomarse este tipo de letras y tantas otras cosas como simples “juegos de niños”, porque es aquí, en la más tierna infancia, cuando las premisas patriarcales empiezan a colarse en el subconsciente de todas y de todos.